jueves, febrero 08, 2007

Real como la vida misma

¡Mamá de mayor quiero ser gay!
Que nadie crea que tal afirmación es mía. No se trata de una salida del armario incontrolada, ni un acto solidario con el colectivo gay (tampoco en contra). La cosa es más sencilla. Sorprendente para mí, por las circunstancias en las que se dio la categórica expresión y más por el tamaño del individuo que la lanzó al vacío.
Una mañana cualquiera a la hora en la que todo el mundo busca un momento de relajo para tomarse un pequeño tentempié, el cafetón correspondiente y si el local lo permite, el imprescindible pitillo. Entre el murmullo de fondo, la atmósfera nebulosa, las aseveraciones de algún empecinado seguidor culé, las risitas de algún perico (con aires de gallo, 3-1) y la inevitable pose chulesca de un merengue intentando desviar la conversación al terreno contrario, surgió una voz de pito, ¡mamá de mayor quiero ser gay!, que por unos instantes congeló a todos los figurantes de la escena. Tan sólo la risa nerviosa de la que parecía ser la madre puso de nuevo en movimiento a los actores. Sonrisas de complicidad, miradas escrutantes y descaradas, una abuela sonrojada, pequeños comentarios en petit comité… yo con la mirada fija en el espejo podía seguir desde primera línea la escena. Entre sorbo y sorbo de mi café, intentaba leer los labios de aquellos tres personajes que de golpe me parecieron fuera de contexto. La señora, entrada en años, castigada por las arrugas y enfundada en un abrigo de pieles trasnochado intercambiaba enérgicamente palabras con la rubia de pote, enmorcillada y pintarrajeada, a la que el enano de voz de pito dirigió su afirmación llamándola mamá. ¿4, 5, 6 años? Lo mío no es la adivinanza, tampoco tiene mayor importancia la exactitud de la misma. Al margen de la apariencia del trío familiar, me preguntaba que ejemplo esteriotipado había llevado al niño a tal exclamación. De pequeño todos hemos soñado con alguna profesión determinada, inculcada quizá por las de nuestros progenitores o más allegados, la influencia de la tele (los que tenían), la radio o los tebeos, tales como policía, médico, bombero, futbolista, arquitecto, etc. Pero este mocoso ha elevado a la categoría de profesión una forma de expresar la sexualidad de algunas personas. Lo más seguro es que su joven existencia no le permita todavía catalogar y encajonar las diferentes actividades que aquellos que forman su entorno ejercen, y si añadimos el vocabulario que muchas veces empleamos los considerados adultos y respetuosos, factiblemente el enano tenga una pequeña empanada mental. ¡O quizá no! Y a pesar de su supuesta heterosexualidad de nacimiento, el protagonista ya lleva en el código de barras genético su denominación de origen: homosexual. No me importa su sexualidad de hoy, ni la que mañana sirva para compartir sus sentimientos. Lo que me intriga es lo que le ha llevado a catalogar una forma de expresar y sentir la sexualidad como un trabajo, una profesión, una manera de ganarse la vida. Porque además la frase es concisa: de mayor, no en este momento ni pasado mañana, como si tuviera claro que hasta entonces, como decía el President, això ara no toca.

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