Recordando un rostro infantil a pesar de
las prisas diarias.
Como un poema sin palabras
aquel pequeño está escribiendo su tristeza
en el cristal de la ventana.
En su cárcel de cemento
apartado de la libertad del viento,
van agonizando miles de esperanzas
que en su mente ya eran realidades de
mañana.
Con su silencio está gritando al mundo
el descontento de su infancia
y su voz se muere ante el griterío
de la oferta y la demanda
(luces, color, prisas y amenazas).
Aquel pequeño se consume
sintiendo frío en la garganta.
Desesperado en su aislamiento
araña el cristal con lágrimas.
Quizás alguien advierta su soledad
Y le pregunte ¿qué te pasa?.
Conozco su respuesta: ¡NADA!
El firmamento no tiene espacio
para acoger su nostalgia.
Las estrellas de colores no sirven
para iluminar su mirada.
El reclama amor.
Necesita ese calor que acorta distancias,
esa palabra suave que adormece
el cansancio de vivir detrás de una
ventana.
GOA 1977/1987