miércoles, octubre 07, 2009

ADIÓS SEPTIEMBRE

... el tiempo no perdona, el tic tac acompasado
sigue su paso y las rutinas se han puesto en marcha
a pesar de los sueños de verano… aunque nos queda
el calendario para repasar día a día
amores, aventuras, silencios y despedidas…

Septiembre…
Sé que estás en algún sitio
intacta la aventura del encuentro.
Sé que tu árbol se alimenta
de la misma alegría que mis flores.
También afirmo que tu latido
y tus amores tienen mi propio paso
frente al tiempo descolorido.
Un día, no lejano
tradujimos juntos el último
misterio del ocaso,
y comprobamos que no hay fuego
ni frío que nos borre la limpia
canción que construimos.
Sé que cuando brindo por la vida,
la lucha, el dolor o la alegría
es tu mano también, sobre
la misma copa, quién refuerza
los pulsos de la mía.
Goa 1976-87

sábado, septiembre 05, 2009

MI TÚNEL DEL TIEMPO


Desde pequeño nunca me han gustado los túneles, ni las cavidades subterráneas (quizá deba excluir las bodegas). Después con la puesta de pantalones largos no cambió mi apreciación de los mismos. Y ahora que peino canas, siguen sin gustarme. Me agobian, mi oprimen el estómago, necesito el cielo abierto. Por ello cuando debo transitar por uno de ellos, anhelo con ansia la luz del otro extremo.
Ahora que ya ha pasado un mes desde mi última sesión de calor apasionado, puedo mirar atrás sin recelo, sin la inquietud de que vuelvan a resurgir nuevos temores.
Durante 25 jornadas he transitado por mi particular túnel del tiempo camino de la cámara de los miedos. Billete único de ida y vuelta.
Estrecho, altura justa para los de mi talla, iluminado, con cierta inclinación hacia lo desconocido (el primer día) para acabar en un bunker de doble sala. La primera con sillones gastados por el peso de cuerpos doloridos y un receptor de televisión para hacer más llevadera la espera. La segunda sala, más pequeña, con la única entrada de luz natural y sillas supuestamente ergonómicas para los más atrevidos. Y allí en esas salas, demasiados miedos reunidos.
Mis esperas procuraba hacerlas en silencio, con la vista puesta en el libro deseo vivir (un adiós a la vida de 278 páginas), intentando abstraerme del entorno. Conseguí acabar su lectura, pero entre capítulo y capítulo compartí miedos, escuché conversaciones, contemplé resignación, lucha e ilusiones, y comprobé como el dolor y el miedo nos mide a todos con el mismo rasero.
Salvador, 82 años, era como un muñeco grande en una silla de ruedas. La cara amoratada. La mayor parte del tiempo conversaba con Morfeo. Los breves momentos que mantenía los ojos abiertos la mirada se le perdía en algún punto fijo. Sus manos me recordaban las de mi padre.
Montserrat, la yaya mecánica, pura chispa. Su acompañante decía que era incombustible.
Francesc, 84 años, de Terrassa. Comentó que al cumplir los 80 había colmado sus esperanzas. Todo el tiempo añadido, un regalo, incluso los seis meses que llevaba pegándose con el cáncer. Creo recordar que fue el único que empleo la palabra, el resto la evitaba.
Carles. Puede que tuviese mi edad. No podía hablar, su garganta solo emitía sonidos residuales, como un desagüe. Se acompañaba de una pizarra. Se la vi usar pocas veces, pero lo tenía claro: la vida por amarga que sea, hay que estrujarla. Su semblante siempre era sonriente. No así el de su acompañante, su mujer, triste, apagado.
Había una pareja que mantenían las manos cogidas hasta que por megafonía lo llamaban. Se miraban, una sonrisa y cada uno para un lado. El, en busca de su calor apasionado y ella mientras salía al exterior para apurar un cigarrillo. Alguna vez los había visto a mi llegada cuando salían de la clínica, y una vez más, las manos entrelazadas.
Había un grupo que llegaban todos juntos en ambulancia, desde Mollet y alrededores. Siempre con la misma cantinela: hacían apuestas de a quien llamarían primero y quien cerraría el turno de espera. Tres buscaban un sitio entre los sillones para poder seguir Pasa Palabra, los otros dos preferían la rigidez de las sillas, les permitía incorporarse sin la ayuda de nadie.
Yo, creo que gestioné mis miedos con relativo aplome. Cuando mi nombre sonaba por megafonía un resorte me empujaba hasta la puerta del bunker, entraba, una profunda respiración, un saludo, y paso ligero hasta un estrecho y frío vestuario. Me desnudaba el torso y durante unos largos segundos esperaba oír mi nombre. Abría la puerta, aceleraba nuevamente el paso, pasaba la puerta acorazada de la cámara donde Susana y Sergi me esperaban. Me tumbaba boca abajo en la camilla sobre una sábana de papel blanco, brazos cruzados y la cabeza sobre ellos mirando a un lado. Me colocaban bajo el cañón, buscaban la posición exacta y decían ¡empezamos! Salían y empezaba la sinfonía de sonidos acompasados: el cierre de la puerta, la máquina y sus ajustes, y el disparo: 32 segundos de radio, breves pero intensos. Acabada la sesión, se repetía la rutina: apertura de la puerta, vuelta a separar la camilla del cañón, levantarse, vestuario y salida rápida huyendo de la quema con un ¡hasta mañana! fitipáldico. Entonces lo mejor era encontrar la mirada de mi amada, u oír al otro lado del móvil su voz. Ello me permitía comprobar que otro despertar valía la pena…mañana.

viernes, septiembre 04, 2009

ADIÓS AGOSTO...

Se lo ha llevado todo un enfado del mar… mi castillo de arena,
mi timón, mi barco, brújula, delfines, sueños y sal.
Me ha dejado desnudo en la orilla este golpe de mar.
La mar se ha llevado mi vida,
yo me marcho también por la estela del mar;
por la espuma furiosa del abierto horizonte
con la proa del alma libre para navegar.
Me ha dejado desnudo en la orilla este golpe de mar.
Como no tengo ya posesión ni equipaje,
dentro de una gaviota cabe entero el viaje
y mi ansia remota y mi sed de volar.

goa 1987/2009

viernes, julio 03, 2009

dos sensaciones...

…mientras tu cuerpo se transforma, se hincha engendrando una nueva vida, yo me empeño en disipar la neblina que perdura después de un mal sueño.
Tú mantienes tu batalla por dar a luz una ilusión, transformar un acto de amor en una realidad latente. Yo mantengo mi carrera para salir de un túnel que se me antoja en algún momento demasiado largo. Por ello, la última vez que nos vimos quise robarte parte de la energía que llevas dentro, y puse mis manos sobre tu barriga para contagiarme de esa vida que crece por momentos.
Ahora cierro los ojos y retrocedo en el tiempo, tanto, que creo haber vuelto al vientre materno, y bajo los efectos de un estado casi hipnótico, me aferro a la sensación de paz de aquel momento: floto, una humedad tibia me envuelve… a lo lejos una luz, quizá el final de un túnel… ¿debo seguir?... necesito un empujón… pero no me seduce el cambio… entonces no pude escoger, la naturaleza, mi madre, me lanzó a la vida. Hoy, despierto, me aferro al amanecer diario, al proyecto común de un nido para el descanso que me permita ordenar todo un baúl repleto de recuerdos. Pero el miedo es caprichoso y de vez en cuando se cuela en mis sueños y nuevamente debo disiparlo. Me miro en el espejo, me hago un guiño, sonrío y a veces consigo que se quede al otro lado.
Tú sonríes ante la nueva vida que está llegando y yo me aferro a la mía, a la que tengo, pues no estoy dispuesto a perderme sus primeros quince años… ¡por lo menos!.
Mientras tu sigues engordando yo cruzaré el túnel que separa el sueño turbio de la realidad, tantas veces como sea necesario.

martes, junio 09, 2009

PESCANDO SENSACIONES

…divagaciones de un urbanita en la cola de la compra
Para una inmensa mayoría de los que estáis leyendo estas líneas el mar es uno de esos escenarios que factiblemente ha decorado algunos actos de vuestra vida. Para otros, lo es todo. Han nacido junto al mar, viven en su orilla, trabajan sobre sus espaldas y quizá un día los engulla y se convierta en su tumba. Pero nos voy a hablar de ese mar, sino del que he descubierto hace algún tiempo mientras espero paciente mi turno para comprar pescado. Este mar es más pequeño, diríamos que es un mar interior, hasta un trozo de mar encajonado entre cuatro paredes, sobre un mostrador de acero inoxidable que contiene un mar de hielo, y sobre sus olas blancas dormita el esfuerzo de los pescadores: dorada, rape, merluza, emperador, sardina, gallo, pulpo, gambas, nécoras, langosta… podría seguir enumerando tipos de pescado o crustáceos, pero no puedo ofreceros su olor, que impregna en breves minutos mi pituitaria.
Situado en la orilla, junto a otros urbanitas que como yo desean adquirir los frutos que cada mañana me ofrece nuestro particular mar, preparo la caña, suelto sedal, y sin falta de cebo me pongo a pescar sensaciones. La cantinela de los comentarios sobre el tiempo, las opiniones encendidas sobre política o el último cuchicheo vecinal, se convierten en el rumor de las olas al romper junto a la orilla, y el secreto a la oreja del contertuliano es como una brisa matinal que te golpea las mejillas como queriéndote despertar. Paciente, mientras contemplo la destreza cirujana de los pescateros diseccionando esta o aquella otra pieza, el sedal se tensa, señal de que alguna sensación ha picado el anzuelo. Dejo que se enganche bien y cuando creo que ya no hay forma de que se escape, recojo lentamente el sedal y me guardo mi captura. No siempre tengo suerte. Hay mañanas que no consigo nada, sólo me queda el consuelo de lo que he comprado. Pero os puedo asegurar que cuando pesco algo, me emociono. No resulta fácil, pues a veces las sensaciones disfrazadas de una sobreactuación humana, son escurridizas y al final se sumergen en el silencio de cada uno, en su particular mundo de soledad. Pero cuando consigo capturar alguna pieza, siento un leve cosquilleo en el estómago, me cuesta tragar saliva, y de golpe el puzzle de mi vida ya está más completo. A veces capturo sensaciones dolorosas que casi siempre van unidas a la perdida de algún ser querido, o largas y penosas enfermedades… Otras van en consonancia con la estación del año y dejan olor a campo, a salitre de playa o salpican la imaginación de estampas vacacionales, aquí y allá, en un polo o en el trópico, sin olvidar las escapadas blancas de un fin de semana invernal. Pero siempre, más que con lo anecdótico del comentario, me quedo con la imagen del rostro de la persona, su necesidad de ser escuchada, de presumir de su rol de vida, de sentirse ombligo del momento o actor, actriz, por un día… o tan solo la necesidad de llamar la atención por un instante para sentirse viva, porque en el bullicioso mar de lo cotidiano a veces navegamos sin rumbo fijo, sin instrumental que nos marque una ruta y sin importarnos la posibilidad de naufragar ante el más leve escollo. Hay sensaciones de todas las edades, de diversos colores y adornadas de distintos complementos según la capa social, y dependiendo de quien percibe esa sensación, adquirirá un escalafón u otro de su barómetro emocional.

Hay rostros que son como un interrogante constante. Mientras sus labios narran su peculiar aventura, su contrariedad por un hecho o su lamentación por algo que considera injusto, su mirada no deja de escrutar tu rostro esperando esa replica que le permita seguir manando palabra tras palabra, pues en el momento que no pueda seguir balbuceando su existencia, se vera obligado a sumergirse en su soledad multitudinaria. Porque quizá no existe soledad más vacía y fría, que aquella que se vive envuelto entre vidas que se nos antojan sonámbulas.
Otros rostros, en cambio, son una verdadera alegoría a la vida. Mientras de su boca borbotean las palabras como un canto a la primavera, sus manos no cesan de crear figuras de viento y su mirada invita a zambullirse en ella como quien se tira contra la ola que rompe en la playa.
Hay rostros cansados, viejos, pero no por el paso del tiempo, sino como secuela de una vida maltratada. En cambio, recuerdo un rostro añejo de mujer, adornado por un pelo canoso, unos labios agrietados de tanto amar y unos ojos verdes repletos de esperanza, que invitaba a soñar…

…desde la orilla de este mar particular sigo pescando sensaciones…
a veces un golpe de mar abraza pasiones que al romper junto a la orilla dibuja corazones…
otras, cuerpos desnudos cansados de amar, escriben un nombre… Marina… ¿un nombre dulce de origen salado?

...¿ya me toca?
Quiero una bruixa a filetes…

lunes, abril 20, 2009

AMANECE... ¡QUÉ NO ES POCO!

…el pasado martes 14, de este Abril lluvioso, volví a abrir un paréntesis en el calendario de mi vida. El despertador nos puso en marcha. Cumplimos con los rituales mañaneros (yo no pude repostar, me querían con el depósito seco). Paseo matinal con atillo al hombro camino del coso para la faena del día. Llegada, subida a la habitación, traje de luces (blanco impoluto, mate, con jirones de faenas pasadas). La espera, el ¡hasta luego y suerte!. El paseíllo frío y a las puertas de la plaza me espera la cuadrilla vestida de verde esperanza.… Un primer pase fácil, suelto, sin quejas… un pinchazo… y empieza la faena… cortar, coser y cantar.
De las dos primeras acciones mi cuerpo puede dar fe: corte y confección de modisto. De los cantares solo me quedan vagas resonancias entre conversaciones inconexas… Lo mejor de la resaca, el despertar del día siguiente, el contacto de la mano amada y un sol naciente… y la grata sensación de que amanece… ¡que no es poco!

martes, marzo 03, 2009

DESPUÉS DEL CROCHET

Cumpleaños feliz…
Hacia tiempo que un despertador no me alegraba el día…de alguna manera hoy cumplo un día. Ayer asistí a una ceremonia doble: colgaba el cartel de the end a un peliculón y empezaba a escribir el guión de uno nuevo. Documental, cortometraje, película de ensayo…sobre la marcha veremos, pero pienso hacerlo con intensidad pausada, saboreando cada minuto, sea cual sea su contenido. Pienso beberme la existencia que me queda (y es muy larga) a chupitos o en tragos largos, dulces o amargos, dependiendo de la ocasión. Queda claro que en la vida aprendemos a golpes, y que desde el aprendizaje de nuestros primeros pasos, pasando por la pubertad, el primer amor, la cacareada mayoría de edad y la independencia paterna, recibimos unos cuantos. El de ayer todavía me duele, pero no me impide sonreír.
Mañana cuando vuelva a sonar el despertador aireare las sábanas de los malos sueños (de haberlos), le haré un guiño a la vida y la sacaré de paseo…(tantas mañanas que mis futuros nietos se cansarán de abuelo…)

lunes, marzo 02, 2009

UN CROCHET INESPERADO

A veces la vida te pinta canas de golpe, y eso que yo ya tengo unas cuantas. Esta claro que en nuestro código de barras particular debe ir un prospecto completo con todos los avisos de alarma correspondientes, incluida la fecha de caducidad. Pero lo mejor, es que esa fecha la desconocemos. Por tanto, un crochet como el de esta mañana, te descoloca, te atonta en el momento, pero te permite encajarlo, coger aire, respirar profundamente, reaccionar y plantearte el resto del combate con otras perspectivas, pese a las características del contrincante.
Mientras espero el siguiente round, donde personajes salidos de un mundo verde aprovecharán mi profundo sueño para diseccionar una parte de mi cuerpo, dejaré que la nostalgia y los recuerdos monten la película de mi vida en versión íntima. No permitiré que mi imaginación incorpore personajes extras, salidos de la bruma de lo inesperado o del miedo. Solo los que yo quiera tendrán cabida, y sea cual sea el guión predeterminado por el destino, el the end solo llegará cuando no me queden fuerzas para seguir soñando…