viernes, noviembre 10, 2006

nada me queda, ni un epitafio

... de aquel jardín para olvidados
recuerdo su fría humedad
y sus nombres pétreos,
primavera eterna en el pensamiento
Y otoño gris en sus huesos.
… de aquel cementerio
para santos sin corona,
me quedo con sus cipreses verdes.
… de aquellas tardes silenciosas,
monótonas profesionales
y románticas algunas,
me queda todavía
mi vocación cisterciense
por lo eterno: la poesía.
… de los años conventuales
herméticos y llorados,
también me queda un poco
en cada hora de mi vida.
Años locos de seriedad y trabajo, de ilusión y engaño,
momentos de dolor y amor adolescente en capilla.
… de aquellas hojas de calendario, hoy polvo por la desidia,
me queda la inquietud de no saber porque no hay milagros,
porque el hombre y el hábito no me dieron lo que buscaba
en cada meditación, en cada salmo…
… de aquel jardín para olvidados nada me queda, ni un epitafio.
goa 1982-87

martes, noviembre 07, 2006

poema para un calendario

…no sea que se escapen los muertos…

Noviembre
No se ha muerto sólo porque
se perdió de pronto en el silencio,
y sus manos se abrazaron para siempre
al corazón de siempre,
porque sus ojos decidieron dormirse
sobre la almohada y soñar sin prisa
por todos los rincones del universo.
No puedo aceptar su silencio.
Quiero creer que su fuerza sigue corriendo
como un caballo salvaje, crines al viento,
que todo cuanto vive
participa de su propio movimiento.
Proclamo que la suave rebeldía del sol,
la caricia del aire y la húmeda lluvia
es siempre y todavía
su inmenso corazón que está latiendo.
No, no repitáis que se ha muerto.
Sería como romperse la luz
y el mar de un golpe violento;
decir que entrábamos ya siempre
hacia lo oscuro y que este agónico vivir,
dentro de la alegría y el misterio
es una trampa sin salida,
es un absurdo, irrevocable cementerio.
goa 1976-87