viernes, enero 12, 2007

lectura nostálgica

...para fugados del Raval...
Una vez superada la resaca festiva e inmerso nuevamente en la rutina de los paréntesis entre despertares y ocasos, hace unos días opte por la lectura, pero no la de los libros que los Magos de siempre dejaron en su nocturna visita, ya que estos, los libros, quizá estén todavía cansados después de tan largo viaje y las palabras se encuentren todavía despistadas y requieran de un reposo extra para poner las comas, puntos y acentos, nuevamente en su lugar.
Ojeando la estantería tropecé de nuevo con un libro de Maruja Torres, “un calor tan cercano”, que en su día ya despertó en mí una infancia olvidada, oculta entre los recuerdos propios y los de mis mayores. Su nueva lectura, esta vez sabedor de lo que iba a encontrar, me ha permitido recrearme en los detalles de los personajes, en la descripción de los lugares y recuperar no sólo imágenes repetidas, sino otras nuevas, más vivas, quizá tan reales, que me han permitido percibir olores y colores que habían desaparecido de mi catálogo particular desde que abandoné aquel barrio.
Durante el nuevo paseo por la historia que relata el libro he tenido la sensación de tropezar con los mismos adoquines que la protagonista, quedarme en la retina con el rótulo de gomas y lavajes, contemplar otra vez el carro verde de la basura, arrastrado por un percherón majestuoso rodeado de un cortejo pegajoso de mil moscas, y recordar, con cierto sabor agridulce, como el oficio de meretriz era ejercido por tres generaciones al mismo tiempo: “las Lolas”. Dolores la madre, Lola la hija y Lolita la nieta…la bodega del Fermín, donde por tres pesetas llenábamos de hielo la nevera, la tienda de las legumbres cocidas, el colmado del señor Paco y l’Angeleta (te permitían comprar de fiado)…
Su lectura me ha permitido rescatar de la nostalgia húmeda y sombría, recuerdos que creía perdidos, voces y sonidos que me rompieron mil veces el sueño, peleas entre prostitutas, escenas bañadas en sangre, porno gratis desde “Habitaciones el 15” (el balcón de mi casa era un palco ideal y gratuito)…
Un calor tan cercano
me ha ayudado a rescatar momentos olvidados, quizá de escaso valor biográfico, pero emotivos e íntimos, que mi otro yo los había recluido en el baúl particular de los momentos prohibidos.

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