jueves, marzo 29, 2012

Hoy puede ser un gran día... ¡o no!

El amigo Joan Manuel puede que tenga razón y a cualquier amanecer le sucede un despertar, un subir de persianas y factiblemente una puerta a la aventura diaria. Cada mañana, cuando me enfrento a mi yo delante del espejo le digo lo mismo: “hoy puede ser un gran día”. Y me lanzo a la calle, emprendo mis rutinas, que pueden ser las mismas que las tuyas y me dispongo llegar al final del día con algo nuevo que añadir a mi historia particular. Aquella mañana de hace unos años tenía sabor a primavera pese a que el invierno pretendía alargar su dominio. Yo había consumido los primeros minutos del día y me dirigía al trabajo cuando una pareja de mossos me cortaron el paso. Disculpe, ¿es usted Fulano Mengano?, yo mismo, les contesté un tanto sorprendido. Tiene que acompañarnos a comisaría. ¿Qué ocurre? (pregunta estúpida, si me requieren será por algo). No se preocupe, en comisaría ya le informarán. Me hicieron subir al coche patrulla y durante el recorrido intenté imaginarme que podía suceder y solo se me ocurría alguna desgracia familiar… no encontraba otra explicación. No me esposaron, la sirena no sonaba y ninguno de los dos agentes me dirigió la palabra durante el tiempo que duró el trayecto hasta comisaría.
No estaba asustado, o al menos no al grado de no poder controlar mi esfínter… eso sí, yo que no suelo usar corbata tenía la sensación de haber apretado en exceso el nudo. Una vez en las dependencias policiales me hicieron entrar en un despacho, me senté, y me indicaron que enseguida me atendería el inspector de guardia. No sé el tiempo que tardó en aparecer el agente. Los segundos se me hicieron minutos, con lo cual, los minutos se me hicieron eternos. Al final apareció el inspector que sin decir ni pío se sentó al otro lado de la mesa, se quitó la gorra, abrió la carpeta que había dejado sobre la mesa, le dio una mirada a los papeles, luego levantó la vista y me dijo: su DNI, por favor. Su voz no era enérgica aunque su mirada resultaba un tanto inquisidora (era una mossa). Se lo entregué y empezaron esas preguntas rutinarias que suelen hacerte todos los funcionarios: ¿el domicilio que pone es el habitual?, ¿su profesión también?, donde trabaja, ocupa algún cargo… Le daba vueltas al DNI, volvía a mirarse los papeles… impaciente le pregunté: ¿me puede decir que ocurre? Me dibujó una media sonrisa y soltó la típica frase: las preguntas las hago yo. Un largo silencio que empezaba a oprimirme las sienes se rompió con un escuche esto sin hacer comentarios. Sacó una pequeña grabadora, le dio al play y me miró fijamente. Al principio el sonido no era claro, varias voces, algún claxon, un camarero preguntando ¡qué le pongo!, risas… está claro que parecía un bar y de pronto una voz que me resulta conocida empieza una conversación.
¡Ostia! Fulano cuanto tiempo sin verte. Mira que resulta difícil contactar contigo.
Pues tengo el mismo teléfono, idéntico curro y vivo donde siempre (compruebo que es mi voz).
Me han dicho que últimamente tus trabajos son rápidos, limpios y ajustados.
Como siempre, ¿alguna vez te he fallado?
No, la verdad es que sueles bordarlos. Además me han dicho que la última automática que usas es genial, por ello te buscaba.
Pues aquí estoy. Es verdad que después de mucho tiempo he encontrado el material preciso para mis trabajos. Me permite un alto número de disparos en poco tiempo, es muy sensible al tacto, el objetivo es preciso, puedo ampliar la distancia sin perder precisión, vaya, ¡que no está mal!. Además ello me ha permitido incrementar precios y bajar el número de trabajos a realizar para complementar mis gastos.
El agente para la grabadora y me dice: ¿es necesario seguir escuchando? No negará que es usted.
Le respondo que si, que soy yo, pero que no entiendo el motivo de mi detención.
Me mira, pone cara de sorprendida y vuelve a dibujar una especie de sonrisa al tiempo que me pregunta por mis últimos trabajos.
Ahora el sorprendido soy yo, ¡a la poli le interesan mis fotos! Abro mi portafolios y le muestro Boscomania (Año IV nº4) donde está mi último reportaje (las fotos las podéis ver en www.cfdonbosco.com, álbum de fotos de l’Agrupació, excursió Montblanc)). Aprieta las mandíbulas, da un golpe en la mesa y suelta un ¿me toma el pelo?.
No me alargaré, todo fue un mal entendido. Después de un par de horas de preguntas y respuestas, aportación de datos y contrastar informaciones cruzadas, volvió a sonreír, esta vez más distendida, y me ofreció un amplio abanico de disculpas.
Un tiempo después comprobé que la realidad casi siempre supera la ficción y en el mismo bar que yo solía realizar mis encuentros para concretar mis colaboraciones en Boscomania, allí mismo, detuvieron a un sicario de poca monta que realizaba trabajos a bajo coste.
Puedes sacar la conclusión que quieras, pero ojo con lo que hablas en público y el vocabulario que empleas. El tiempo libre de algunos y su imaginación pueden escribir tu futuro en negrilla.

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